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A finales del 2009 Fernando Vigueras me invitó a ser parte del cartel del Festival Espejos Sonoros que se realizaba año con año en el Teatro El Galeón de la Unidad del Bosque; ya había participado el año anterior pero para esta ocasión el tema del festival sería la voz por lo que tendría que colaborar con alguien más.

 

Inmediatamente después me sugirió ‘¿Y si hicieras algo con Iraida?’

 

Fue una gran idea, conseguí su teléfono y le dejé un mensaje con la noticia de que el festival quería que fueramos los estelares del cartel… a los 10 mins me llamó de vuelta para decirme ‘¡¡¡Va!!!’

 

 

No tenía idea qué podríamos hacer ya que no sabía si a la más grande cantante de jazz de México le gustarían mis locuras… por lo que junté varias ideas que podrían servirnos: la mayoría eran canicas que supuse podrían funcionar (canica=mi manera de nombrar ideas rítmicas, melódicas o armónicas que se van apilando durante los años esperando que eventualmente las desarrolle). Seleccioné algunas progresiones de acordes, texturas generadas por varias capas de loops o viejas composiciones que guardaba de mis días de estudiante de armonía con Rosino Serrano.

 

 

El primer día que nos juntamos le expliqué a Iraida que tenía dos ideas acústicas que podrían servirnos para empezar y terminar el chou: una era una canción casi terminada que a Iraida le remitió a un fado portugués y la otra era una onda más prendida y funky con una sección abierta para explayarnos y loquear antes de cerrar el set. Entre estos dos extremos pensé que podríamos pasar a otras piezas basadas en los sonidos loopeados de la guitarra sintetizador. Ella me dijo ‘Venga, despega y allá arriba vemos pa’donde se va yendo la alfombra voladora… vámonos como si fuera ya el toquín’.

 

 

Lo que siguió fue algo inaudito, además de las canicas que de alguna manera tenían cierta dirección, hubo momentos de improvisación donde hicimos una especie de composición espontánea ya que basicamente estábamos siguiéndonos por instinto y por oído. Iraida se encargaba de darle contundencia melódica a las armonías y gracias a que tiene unos reflejos musicales sumamente desarrollados, cualquier decisión musical que yo tomaba era secundada por ella de manera inmediata; o ella se iba llevando las ideas hacia nuevos lugares y yo tenía que tratar de seguir su vuelo.

 

 

La sensación de acompañar a alguien al que nunca se le va a caer la bolita, o mejor aún, que de cualquier centro que le mandes va a meter un gol de chilena, es de las cosas más mágicas que me han sucedido en la vida. Una hora después de empezar el ensayo finalmente nos detuvimos, para mí había sido algo inigualable pero no tenía idea qué sentiría ella de algo que no era ni bebop ni swing pero que involucraba muchísima impovisación: me volteó a ver y me dijo ‘…estuvo buenísimo verdad?!?!?!?’.

 

En el primer concierto en El Galeón tuvimos el honor y el placer de que Pío y su CINEAMANO fueran ilustrando visualmente nuestros vuelos musicales.

 

 

El CINEAMANO consta de un proyector de cuerpos opacos sobre el cual Pío crea frente al espectador impactantes cuadros realizados de manera orgánica (con arena, tinta china, agua, etc.). Estas creaciones nos remiten al arte oriental que Bill Evans describe en las notas del disco ‘Kind of Blue’ de Miles Davis el cual consiste en una serie de trazos tinta que al aplicarse sobre el lienzo blanco no permiten correcciones y por lo tanto artista, trazo, tinta y lienzo se vuelven una sola entidad. La magia de Pío consiste en que así como el público ve sus trazos y los mundos visuales que crea, de la misma manera el público ve cómo cada obra puede sufrir una metamorfósis y transformarse frente a sus ojos en un nuevo universo. Iraida nunca lo había visto en acción por lo que desde el primer concierto, lo que está en la pantalla se vuelve en una constante fuente de admiración y de inspiración ya que por momentos las creaciones de Pío nos abren nuevos caminos en las improvisaciones.

 

 

Nuestro primer concierto hizo que la alfombra voladora volara aún más alto y desde ese día fue claro que acababa de nacer un nuevo proyecto para ambos. Después de darnos cuenta que logramos que la música fluyera de manera contínua y que teníamos muchas más cosas en común de las que sospechábamos hemos seguido agregando más rolas a nuestro set list, las piezas siempre han servido de pista de despegue pero en cada presentación suceden cosas imprevistas que hacen imposible volver a interpretarlas de la misma manera. Además de que siempre dejamos un par de espacios en blanco en el set list para que en cada ocasión construyamos algo de manera espontánea, permitiendo que el público se vuelva testigo de la creación de una escultura de humo única, que se esfuma apenas termina, pero que a todos nos sirve para recordar que las mejores cosas de la vida son efímeras.